Valentín González y Juan Julián Elola, miembros de la asociación de investigación histórica de Vicálvaro Vicus Albus, han escrito el libro ‘Valderrivas: la fábrica que cimentó Vicálvaro‘, que presentan este miércoles en el Centro Cultural Fuente de San Pedro a las 19.00 horas. Atendieron a Nuevo Sureste para explicar la importancia que tuvo esta fábrica en la estructuración de todo el distrito.
Nuevo Sureste: ¿Por qué se emplazó en Vicálvaro una fábrica de esas dimensiones? Para un pueblo de ese tamaño, suponía una revolución industrial desproporcionada.
Valentín González: Aquí tenían una dos vías de comunicación muy importantes en la época: el ferrocarril que unía con Madrid con las canteras de Morata, el famoso tren de Arganda, donde se extraía el material que sirve para fabricar el cemento. Y Vicálvaro tiene terreno calizo donde hay mucha arcilla, con lo cuál las canteras estaban a pie de fábrica. Luego, estaba el tren de de Madrid a Zaragoza, que terminará en Barcelona y que era la principal vía de salida del producto. Era el sitio ideal.
Juan Julián Elola: Era estratégico. Así lo definieron en las actas de fundación. No era la fábrica de Vicálvaro sino de todo el sureste de Madrid. Porque trabajaba con Morata y con Estremera, que ponía el salto de agua para tener electricidad.
N.S.: Vallecas tenía mayor tradición minera que Vicálvaro.
J.J.E.: Pero no el ferrocarril específico a las canteras de Morata, llamadas de Majadahonda. Y la caliza era la madre del cordero. Y el ferrocarril que da salida al producto comercialmente.
N.S.: Madrid sufría en esos años una crisis de vivienda. Estaba paralizada la construcción durante los años 10 y 20 por una necesidad enorme de cemento para construir.
V.G.: Tienen una visión comercial clarísima porque el cemento estaba empezando a mostrar el potencial que tendría luego para crear pavimentos, fachadas, ladrillos…
N.S.: ¿Qué tuvo de simbólico a nivel de esa revolución industrial intermedia que se da en los años 20 en España la fábrica?
J.L.L.: Tiene importancia nacional. No daban abasto para responder a todos los pedidos. Incenga y sus sucesores fueron los que vieron el potencial que tenía y se adelantaron a su tiempo. No tenían competencia en ese volumen de producción y estaban junto a Madrid y con conexiones ferroviarias. Lo único cercano parecido estaba en La Sagra, en Toledo, y no estaba en condiciones de competir. Se puede medir su éxito en función de la publicidad en la que figuraba el producto, que era enorme. Y estaba en los proyectos más importantes. Los primeros, el Edificio Telefónica, San Antonio de la Florida o el hipódromo de La Zarzuela.

N.S.: ¿Cómo transformó la fábrica el pueblo de Vicálvaro?
V.G.: Había paro y se redujo mucho. No sólo eso. Vino mucha gente a trabajar de zonas como Estremera y de los pueblos de la zona. Venía gente con título, lo que llenó Vicálvaro de técnicos. Es decir, un pueblo agrícola comenzó a tener físicos, químicos, ingenieros… A partir de los 50 y 60, se realizaron incluso colonias propias de trabajadores. Eso no pasó en los pueblos de alrededor, lo que hizo que la población de Vicálvaro se incrementase mucho respecto a sus vecinos.
N.S.: ¿Cuál fue el papel de la fábrica en la Guerra Civil?
J.J.E.: Fue semiincautada. El accionariado continuó pero fue intervenida por el Estado y los obreros se hicieron dueños de facto. Fue gestionada por la Compañía de Ingenieros de la Junta de Defensa de Madrid. En la guerra no hubo producción.
N.S.: Tras la guerra, hubo un nuevo impulso para la fábrica hasta que llegó el ‘boom del desarrollismo.
V.G.: Antes de la guerra eran dos hornos. Llegaron a tener cinco y empezaron a crear filiales de cementos a granel, fibrocementos… Tenían un edificio en la estación del Niño Jesús para almacenar sacos de cemento para crear ese Madrid que estaba surgiendo.

N.S.: Los planes urbanísticos a partir de los 80 apostaron por hacer crecer Madrid hasta sus bordes. ¿Fue la puntilla para la fábrica?
J.J.E.: En realidad, la fábrica ganó una sentencia en el Tribunal Supremo para seguir operando, pero el precio del metro cuadrado era muy tentador. El beneficio económico para los propietarios era enorme. No se puede producir nada más rentable que la construcción de viviendas. Álvarez del Manzano negoció con ellos y había quejas vecinales porque todo el barrio se llenaba de polvo de cemento por la actividad de la fábrica. Fue un símbolo de la desindustrialización de Madrid que sigue en Villaverde.
N.S.: La última chimenea de la fábrica se tiró el 5 de noviembre de 1999 ¿No se borró con ella la memoria de la fábrica y su significado?
V.G.: Fueron torpes desde el punto de vista capitalista los últimos propietarios porque podían haber creado a su alrededor un centro visual, una referencia para el nuevo barrio. No hubo cultura industrial y eso generó un espacio residencial como cualquier otro, cunado podía haberse diferenciado.
J.J.E.: Entre los vecinos que viven en el barrio donde estuvo la fábrica, apenas uno de cada diez recuerda lo que hubo allí. Los del casco antiguo sí que recordamos convivir con la fábrica.







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