Jesús Valbuena (Madrid, 1980) se adentra en la política y el periodismo local en su segunda novela en solitario. ‘Palaciegos’ (Durii Editorial) es una historia de crímenes, política y corrupción ambientada en una pequeña ciudad parecida —muy parecida— a Aranjuez, donde el autor ha vivido toda su vida. Valbuena reúne su conocimiento y experiencia como periodista, tanto en medios de comunicación como en gabinetes de prensa, para deshilvanar una trama de género negro en un ambiente asfixiante y decadente.
¿Cómo se te ocurrió la idea de esta novela?
‘Palaciegos’ es la segunda novela que escribo en solitario, y la cuarta de mi carrera. Escribo también a cuatro manos con mi amigo Luis Moreno, con quien he publicado dos novelas, una de las cuales, además, ganó un premio importante de narrativa en Sevilla. En este caso, llevaba tiempo con ganas de escribir sobre política y periodismo local. Había empezado alguna historia que arrancaba con un conserje encontrado muerto en un ayuntamiento, pero me parecía que tenía poco fuste. Y un día comencé a escribir esta historia: primero un primer párrafo, después un primer capítulo, y vi que podía tener continuidad. A partir de ahí, desarrollé el esquema de la novela y empecé a escribir sobre periodismo local y política local, que es de lo que más conozco, porque es en lo que más he trabajado.
Ese es el trasfondo de ‘Palaciegos’, que es una novela negra. Su protagonista, Gaby Piqué, es un periodista local. ¿Está inspirado en alguien que hayas conocido?
No. Gaby Piqué tiene mucho de muchos periodistas que yo he conocido, pero no se le puede poner la cara de ninguno de ellos. Tiene cosas mías, puede tener cosas de algún otro compañero, pero no es nadie en concreto porque tiene cosas de todos, vicios de todos, costumbres de todos, formas de trabajar de todos, la personalidad de todos… No es una persona individual, sino más bien un arquetipo. Una amalgama de circunstancias, de personalidades, de caracteres de todos los periodistas que he conocido. De hecho, la novela se la dedico a todos los periodistas locales que conocí. Gaby Piqué es un tipo bastante despreciable, pero en el fondo no es mala gente. Es alcohólico, tiene un punto misógino…
¿Y como profesional?
Como profesional es uno de esos periodistas que muerden y no sueltan, porque saben que ahí tienen la presa. Es un buen profesional, aunque como persona creo que deja que desear. No es una imagen positiva de cara a la sociedad: ese machismo que destila en la relación con su pareja, su forma de relacionarse con la gente, el pasotismo con el que vive… Es una persona un poco cínica que está ya de vuelta de todo.

Más allá de cómo sea el protagonista, llama la atención su evolución, en constante caída.
La evolución del personaje, de ese arquetipo de periodista, es la evolución de la profesión. Y la profesión no ha muerto, pero ha embarrancado, ha caído en una zanja de la que es muy difícil salir. Está embarrada, está atrancada, y es muy difícil sacarla de ese punto en el que está. De hecho, Gaby Piqué, al final de la novela, tiene una puerta entornada por la que poder escapar, que es la que tiene el periodismo ahora. Pero es muy difícil salir por una puerta entornada si no la abres. Y ahora mismo el periodismo está en esa situación.
¿Tiene futuro?
Creo que sí, pero va a ser muy difícil encontrarlo.
Palaciegos, ¿está inspirada en Aranjuez, o es Aranjuez?
Palaciegos es un trasunto de Aranjuez. Las calles que se nombran en el libro son calles reales de Aranjuez; los bares, de las zonas, de los paseos, están ambientados todos en Aranjuez. Y algunas de las circunstancias que te encuentras por las calles de Palaciegos te las puedes encontrar en las calles de Aranjuez.
¿También las miserias que se relatan en ‘Palaciegos’?
También las puedes encontrar en Aranjuez, o en cualquier ciudad de mediano tamaño de cualquier lugar del mundo. Además, creo que en la literatura está todo inventado. Los temas son universales: el odio, la ambición, la envidia, los celos, la corrupción… están presentes en cualquier ámbito político en el que te puedas mover. Da igual que la ciudad sea Palaciegos, Aranjuez, Getafe, Valdemoro, Ciudad Real o Sant Feliu de Guixols, da igual, es algo intrínseco.
La novela arranca con un suceso muy traumático y la trama avanza en ese clima asfixiante…
Es que hemos llegado a un clima de adormecimiento de la sociedad, que creo que también se deja ver de alguna manera. La sociedad está ensimismada en un mundo que no sale del teléfono móvil, que no sale de la propia situación personal de cada uno, del egoísmo o del yoísmo, por decirlo así. Cada uno está pendiente de lo suyo. Y un problema como el que se plantea en ‘Palaciegos’, que en cualquier otro momento habría sacudido a cualquier ciudad, pasa desapercibido…
El sistema conspira para que pase desapercibido.
Sí. Y además es una sociedad que está agotada, que lleva muchos años aguantando esa decadencia, aguantando corruptelas, aguantando el declive de la ciudad. Y en medio de eso, al periodista, por primera vez en mucho tiempo, se le despierta la ilusión por la profesión. La emoción de tener entre tus manos una historia muy potente, vinculada a un caso de corrupción urbanística. Un pelotazo como los que él, en su pasado de periodista de éxito, había destapado. Y sin embargo se da de bruces con la realidad, con una forma de entender el periodismo que no es la suya, y con una sociedad que está totalmente ensimismada.

Él trabaja a la vieja usanza y sabe los resortes que tiene que tocar. Consigue extraer confesiones y datos que no son fáciles de obtener…
Sí, lo que pasa es que Gaby Piqué todavía conserva cierto prestigio. Y la clase dirigente, la policía, aunque saben que es un hombre venido a menos, son conscientes de que no es tonto y de que en su momento supo liderar a una sociedad desde su semanario. Así que tiene su gancho. Es una forma de actuar como se actuaba antes de ir a la cafetería de la plaza del ayuntamiento y estar esperando a que baje el alcalde a tomarse el café, y que te cuente en qué está trabajando, qué tiene entre manos, si va a aprobar algo en pleno…
En Palaciegos hay un gabinete de prensa, pero no es operativo.
Claro. Siempre pongo el ejemplo de Pedro Castro, en Getafe, que convocaba una rueda de prensa y aparecían diez o doce periodistas. En los años 80, 90… Y después, en el año 2000, todos esos periodistas ya formaban parte de su gabinete, o de otro, y a las ruedas de prensa solo acudían el corresponsal de la Agencia Efe y Radio Nacional. A eso se redujo el periodismo. Con la aparición de Internet, de redes sociales y sobre todo los gabinetes de prensa, los medios de comunicación han dado tal vuelta que apenas quedan periodistas de esos que van allí con su libreta y su boli y van a tomar notas. Y los pocos que quedan se encuentran esos gabinetes muy potentes, que presionan mucho, políticos que no hablan si no tienen todo medido, si no saben bien lo que van a decir. Ahora es muy difícil encontrarte un alcalde en una cafetería y que te cuente. Está todo calculado para colocar un titular y que no se salgan de este mensaje.
En este ambiente, a Gaby Piqué da gusto verle trabajar…
Se levanta y tiene muy claro lo que quiere preguntar, a quién se lo quiere preguntar y dónde se va a encontrar con esa persona; incluso se cuela en la casa del alcalde sin que haya una palabra más alta que otra. Porque, de alguna manera, le respetan.
Sin embargo, el retrato de Palaciegos, de Aranjuez, es muy pesimista.
Es una ciudad en una progresiva decadencia. Y me sabe mal decirlo así, porque es mi ciudad y la quiero. Soy de allí de toda la vida. Y me duele decirlo, pero esa es la sensación. Después, el periodismo y la política que hemos conocido están de barro hasta las rodillas y es muy difícil sacarlos de ahí. Lo estamos viendo en cualquier episodio de la política nacional, pero también del ámbito internacional. Nadie se puede hacer a la idea de que Donald Trump pueda volver a ser presidente de los Estados Unidos, o de que Elon Musk, el tipo más rico del mundo, esté manejando climas de opinión y resultados electorales de países como Alemania o Francia, y la gente lo esté recibiendo con cierta normalidad.
A nivel local, que es el ámbito que mejor conoces, ¿hay esperanza?
Claro que la hay. La hay y hay dignos ejemplos todavía de gente que sigue haciendo productos decentes, y están ahí. Pero creo que el ecosistema de las redes sociales y sobre todo de Internet, en el que nadie asume costes o asume menos costes de lo que debería asumir, ha entrado en una dinámica en la que vale todo. Y no vale todo, ni en el periodismo local ni en ningún ámbito.
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