El telégrafo del cerro Almodóvar cumple 175 años

por | 30 Ago. 2024 | 0 Comentarios

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Este sábado, 31 de agosto, se han cumplido 175 años de la inauguración del telégrafo óptico del cerro Almodóvar, junto al actual desarrollo de Los Berrocales. Nuevo Sureste ha investigado en archivos la historia de este edificio de uso efímero pero trascendencia nacional que desapareció en el siglo XIX.

La historia de las telecomunicaciones en España empezó tarde aunque siempre tuvo proyectos esperanzadores. El primero que promovió esta idea en nuestro país fue el ingeniero Agustín de Bethancourt, que presentó, en 1798, un proyecto de telégrafo óptico que fue elogiado por el Institut National de París y que competía en condiciones óptimas con el pionero de Claude Chappe. Bethancourt consiguió que Carlos IV y Manuel Godoy, en 1799, destinasen una partida económica para instalar una línea entre Madrid y Cádiz. El proyecto intentó probarse entre Madrid -en El Retiro, donde estaban los talleres- y Aranjuez, pero se abandonó en 1807 por problemas presupuestarios. Hubo líneas posteriores de corta vida con cierta utilidad, pero, como indica José Antonio Martín Pereda (2022), “ninguna red de comunicaciones llegó a establecerse hasta ya llegada casi la mitad del siglo XIX“.

El ingeniero militar José María Mathé fue comisionado por el Consejo de Ministros para el desarrollo de una red de telégrafía óptica en España, en cumplimiento del real decreto de 1 de marzo de 1844 a tal efecto. Propuso que las torres dispusieran de un sistema de comunicación en su zona superior, en el que una pieza móvil en forma de bola (desplazada con un mecanismo construido mediante ruedas dentadas), situada entre dos puntos de referencia, ocupara diez posiciones diferentes, marcadas por travesaños, que tenían asignado un número cada una. Los mensajes elaborados eran códigos numéricos clasificados cifrados para uso de la reina, el Consejo de Ministros y el Ejército (solo eran públicos los mensajes de cambios ministeriales, bodas o alumbramientos reales). Según el decreto, las torres debían seguir el trazado de las carreteras y estar cercanas a pueblos, en zonas elevadas para garantizar su visibilidad.

Sistema de telecomunicación de las torres de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Sebastián Olivé)
Sistema de telecomunicación de las torres de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Sebastián Olivé)

La red constó de tres líneas: Madrid-Irún, Madrid- San Fernando (Cádiz) y Madrid-Valencia-Barcelona (aunque nunca llegó a la capital catalana). El sistema de telegrafía óptica fue paulatinamente abandonado después de la implantación del telégrafo eléctrico, a raíz del Real Decreto de 1852 para la creación de una red de telégrafos eléctricos. Esta nueva red reutilizó el antiguo trazado de telégrafos ópticos, permitiendo crear la primera fase del nuevo proyecto, que, a finales de la década de 1860 ya contaba con 11.000 kilómetros de línea, cables submarinos incluidos.

Planos de la torre de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Museo Postal)
Planos de la torre de telegrafía óptica de José María Mathé (fuente: Museo Postal)

La torre del cerro Almodóvar fue la número 2 de la línea Madrid-Valencia (contaba con 29 estaciones), entre la de la calle de la Aduana (actual Ministerio de Hacienda, aunque, en realidad, las comunicaciones se enviaban desde el telégrafo del parque de El Retiro), en el centro de Madrid, y la de Rivas Vaciamadrid, de la que era gemela en características constructivas (la distancia entre torres era de entre dos y tres leguas, unos 9,6 y 14,4 kilómetros, aproximadamente). Comenzó su construcción en 1848 sobre el cerro más alto de la zona (725 metros). Los presupuestos nacionales de 1849 destinaron 24 millones a la construcción de estos edificios. Tras un período de pruebas, su primer despacho se envió el 31 de agosto de 1849 para felicitar el cumpleaños al presidente del Consejo de Ministros, Ramón María de Narváez. No obstante, la línea comenzó a funcionar formalmente el 24 de octubre de 1849, tal y como indicó la Gaceta de Madrid.

Era una construcción prismática de planta cuadrada y 6,4 metros de lado (4,3 en el interior) por 12 de altura, medidas en pies de Burgos (0,278635 metros). Se trataba de un inmueble fortificado con paredes de 0,95 metros de espesor en la base (0,7 metros en las aspilleras) construidas en piedra careada con mortero de cal y ventanas y molduras en ladrillo macizo porque se consideraban construcciones militares de carácter estratégico. La planta baja no tenía acceso directo, sino que se accedía con una escalera de mano por una puerta en el primer piso, a dos metros del suelo. En la segunda planta se disponía de ventanas y en la azotea se instalaba el aparato de telégrafo.

Carta telegráfica de 1861. Puede verse cómo la estación del Cerro Almodóvar (Vicálvaro) era usada dentro de la red eléctrica hacia Alcalá de Henares y Guadalajara (fuente: Nuevo Sureste)
Carta telegráfica de 1861. Puede verse cómo la estación del Cerro Almodóvar (Vicálvaro) era usada dentro de la red eléctrica hacia Alcalá de Henares y Guadalajara (fuente: Nuevo Sureste)

En su interior, ejercían los empleados, denominados torreros. El Gobierno decidió que debían ejercer esta labor militares profesionales. A juicio del ministro Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico, “no hay servicio más análogo al militar que el telegráfico, por los hábitos de subordinación y disciplina que exige, y por las fatigas y privaciones que le son inherentes”. Eran, por lo general, excombatientes de las guerras carlistas, antiguos espías o soldados licenciados que pretendían hacer carrera en la vida civil (Olivé, 1990). Debían formarse en la Escuela General de Telégrafos, ubicada en la torre de Tejoneras, en Torrelodones. Aprendían a reproducir los mensajes cifrados tras ver los signos de la torre anterior con un catalejo, pero no tenían los códigos de cifrado, que estaban en manos de los oficiales de las cabezas de línea. Además, se encargaban de las labores de mantenimiento de la infraestructura, por lo que debían conocer los rudimentos de distintos oficios. La velocidad de transmisión era rápida para la época, llegando a enviar cuatro signos por minuto, aunque dependía del clima. En menos de dos horas, podía comunicarse Madrid con Valencia. Todos los mensajes eran apuntados en hojas de papel pautado para detectar incidencias. En caso de problemas de transmisión, los ordenanzas llevaban el mensaje en mano hasta la siguiente torre (Crespo, 2020).

Carabinas y billar

Los trabajadores se organizaban por divisiones en las que había oficiales de sección y supervisores que debían visitar las torres una vez al mes. En cada estación, había dos torreros que tenían derecho a residir en la infraestructura. No así sus familias, que debían hacerlo en el pueblo cercano. Realizaban jornadas laborales de 10 horas en invierno y 16 horas en verano (Schnell, 2005). Contaban con la ayuda de ordenanzas armados con carabinas, para actuar en caso de ataque (fueron frecuentes los ataques durante las asonadas militares y por parte de bandoleros). Según el espléndido libro de Sebastián Olivé, primer presidente de la Asociación de Amigos del Telégrafo de España, auténtico referente del estudio de esta materia, los oficiales cobraban entre 5000 y 6000 reales anuales en función de su graduación profesional, los torreros, entre 2880 y 3600; y los ordenanzas, 2160 anuales. También crearon una asociación de auxilios mutuos a modo de seguro profesional. Usaban uniforme compuesto de levita, chaleco, pantalón y gorra. A pesar del control militar, eran comunes las multas por mala praxis. El servicio funcionaba en ocasiones de forma deficiente porque los trabajadores incurrían en borracheras o fiestas, abandonaban el puesto para ir a jugar al billar, o traían a sus familias a vivir a la torre, entre otros casos.

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Planos del mobiliario de las torres de telegrafía óptica diseñados por José María Mathé (fuente: Museo Postal)
Planos del mobiliario de las torres de telegrafía óptica diseñados por José María Mathé (fuente: Museo Postal)

La vida útil de la torre de telégrafo óptico del cerro Almodóvar duró hasta 1855, cuando la línea fue electrificada y el número de torres en uso pudo reducirse. La cartografía específica muestra cómo la torre seguía en uso como poste de transmisión por hilos entre Madrid y Alcalá de Henares. Las hojas kilométricas del Instituto Geográfico Nacional de Vallecas y Vicálvaro revelan que la infraestructura había desaparecido en 1870. No obstante, la carta arqueológica del ámbito, recogida en el Plan Especial del Cerro Almodóvar, revela que se conservan los restos de un poste telegráfico.

Bibliografía:
CRESPO, M. V. (2020). La torre de telegrafía óptica de Mathé. El eco filatélico y numismático. Núm. 1.299. Págs. 26-27.
Dirección General del Cuerpo de Telégrafos (1860). Estaciones telegráficas españolas peninsulares. Madrid. Pág. 118.
Dirección General del Cuerpo de Telégrafos (1878). Nomenclátor de las estaciones telegráficas de España. Madrid. Págs. 77-78.
GARCÉS, M. A. (2014). Las torres de telegrafía óptica. Diez años después de la primera. Papeles del partal. Nº 6. 129-130.
MADOZ, P. Diccionario Geográfico. Artículo ‘Madrid’. Citado por Olivé Roig en op. cit, pág. 81.
MARTÍN, J.A. (2022). Historia de las telecomunicaciones. Guadalmazán. Colección Divulgación Científica. Págs. 72-76.
OLIVÉ, S. (1990). Historia de la telegrafía óptica en España. Ministerio de Transporte, Turismo y Comunicaciones. Págs. 68-69, 77-86.
SCHNELL, P. (2005). Torres fortificadas del telégrafo óptico en la Comunidad de Madrid. Castillos de España. Asociación Española de Amigos de los Castillos. Núm 137-139. Madrid. Págs. 63-80.
Agradecimientos: Asociación de Amigos del Telégrafo de España (en especial, a Manuel Bueno), Museo Postal (en especial, a su directora de Relaciones Institucionales, Carmen Álvarez).

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