Carmen y Luis son los guardeses de la ermita de la Virgen de la Torre, ubicada en el desarrollo de Los Berrocales. Son los vecinos más antiguos del sector. Nuevo Sureste les visitó para conocer cómo es la vida en el barrio antes del barrio.
Hace nueve años, Carmen y Luis, ella española, él uruguayo, vinieron a vivir a la ermita de la patrona de Vallecas desde Segovia. A través de la Asociación de Fieles Nuestra Señora Virgen de la Torre, consiguieron este trabajo durante el período tan difícil de la crisis económica.
Aunque ya había maquinaria trabajando, podía decirse que, salvo por las vías del Metro de la línea 9B que discurre entre las estaciones de Puerta de Arganda y Rivas Urbanizaciones, todo aquello era campo. Así, hicieron su nuevo hogar en la casita anexa a la ermita, un edificio medieval con solera y hechuras de iglesia pequeña, junto al pozo que era el centro de la actividad en la antigua localidad de Torre Pedrosa, abandonada ya en el siglo XVII.
Huerto y tortillas
La soledad del guardés, que dirían algunos, es un remanso de paz. «La vida es muy tranquila aquí, aunque hace mucho frío en invierno», comenta Luis, que se encarga de un precioso jardín lleno de flores. Color entre el polvo de las obras que traen la ciudad. Además de cuidar la finca, tienen un pequeño huerto y crían algunas gallinas, con las que hacen «las mejores tortillas de Madrid», comentan los fieles que acuden al lugar.
Y es que, con la primavera, inician su particular temporada alta. El segundo domingo de mayo acogen la romería en la que los vallecanos acompañan a la efigie de la Virgen de la Torre hasta la ermita, una isla que consideran vallecana en pleno Vicálvaro. A partir de entonces y hasta el primer domingo de septiembre (que es cuando vuelve la imagen a Vallecas y se celebran las fiestas de ese distrito), se suceden las misas, la llegada de romeros, y el desembarco de domingueros que quieren hacer picnic y barbacoas en la explanada arbolada anexa al templo. «Cuando vienen los fieles, consideramos que son como de la familia», continúa el guardés. Es entonces cuando queda de nuevo la ermita vacía y la pareja puede regresar a su peculiar retiro.
Restos romanos
La construcción de Los Berrocales y Los Ahijones ha trastocado el concepto de la ermita como lugar retirado en medio del campo. El plan de reparcelación del ámbito establece que, aunque a espaldas de la ermita continuará pasando el metro, la parcela que queda ante el templo estará destinado a equipamiento social (probablemente, una plaza ajardinada) y las parcelas limítrofes estarán dedicadas a terciario (un poco más allá se ubicará el centro comercial de la zona).
Carmen recuerda cómo tiraron el antiguo puente del camino entre Vallecas y Mejorada del Campo, que cruzaba la M-45, los movimientos de tierras y las excavaciones arqueológicas en las que hallaron restos romanos y visigodos. «Va a haber muchas obras y no sabemos cómo va a cambiar la zona. Habrá más ruido y estaremos en medio de una ciudad, pero estamos felices de seguir aquí«, concluye.
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