Nuevo Sureste entrevista a los historiadores J. Nicolás Ferrando y José María Sánchez Molledo, que han escrito el libro Villa de Vallecas. El distrito de Federico García Lorca, editado por Artelibro.
¿Por qué se concibe un libro de Villa de Vallecas y por qué desde la figura de Federico García Lorca?
Nicolás Ferrando. El libro ‘Villa de Vallecas, el distrito de Federico García Lorca’ forma parte de una colección de 21 libros que iniciamos en el año 2018 y terminamos en 2023. Hicimos el esfuerzo de diferenciar Puente y Villa de Vallecas en la serie, algo que no es habitual y que es uno de sus principales valores. Elegimos relacionarlo con Lorca porque el paseo dedicado al poeta en el distrito es uno de los más importantes de España. Quisimos hacerle un homenaje, también porque, en la fecha de su publicación se cumplían 125 años de su nacimiento. Hemos tenido críticas porque, posiblemente, nunca vino a Vallecas, mientras que hay registros de que sí visitó otros espacios de Madrid como Moncloa o Salamanca. Pero, probablemente, Velázquez tampoco estuvo y su niño de Vallecas o la villana de Vallecas de Tirso de Molina han dado al antiguo pueblo fama universal. No sólo se conoce por Juan Malasaña.
Han realizado un capítulo final basado en el patrimonio. Cuando se analiza el arte de Madrid, Vallecas apenas aparece.
José María Sánchez Molledo. Soy historiador y me gusta bastante la historia del arte y, afortunadamente, el pueblo de Vallecas conserva varios edificios que, de algún modo, a entender la historia, empezando por la iglesia parroquial, que es de lo mejor que hay en el entorno de Madrid respecto a iglesias antiguas. Especialmente, la torre, que dibujaba ya la silueta del pueblo en el siglo XV. También me interesa mucho la historia de la Virgen de la Torre, fundamental para entender la religiosidad en Vallecas desde el siglo XVI, con su romería. También, el hospitalillo del siglo XVII y el cementerio, que ofrecen información sobre la vida en el municipio.
¿Se mantiene el sentimiento de pueblo en Villa de Vallecas?
N.F. El vallecanismo se mantiene. Es un pueblo grande, importante y separado de Madrid. Conserva un urbanismo en torno a su plaza, un paseo claro, unos edificios… Todo eso hace que sea fácil mantener una identidad. Otra cosa es el puente de Vallecas, que está a caballo entre Madrid y el pueblo. Allí hubo más población de aluvión. Aquí, el casco histórico recuerda a un pueblo y es muy anterior, pues el puente es de finales del XIX. Es un pueblo con 800 años de antigüedad, municipio principal del antiguo sexmo de la zona que creó Fernando III en 1222 para Madrid. En muchas publicaciones se dice que era el más importante y tenía poder de representación. Era una zona agrícola con muy buen pan y conectada con Madrid precisamente por los caminos. Según las actas, tuvo alcaldes reconocidos desde el siglo XVII. También justicia. Hay documentación municipal, eclesiástica y notarial en los archivos. Se pueden saber muchas cosas en profundidad de la vida de este pueblo y entender que está justificada la identidad del vallecano.
¿Hasta qué punto afectó la industrialización a Vallecas?
N.F. Fue uno de los grandes olvidados del plan Castro que abarcó el puente de Vallecas y trabajó en lo que hoy es Tetuán, Chamartín y Fuencarral. Ese proyecto de urbanización estaba pensado para el crecimiento de Madrid por otro lado. No había interés en esta zona más que como cantera y espacio para obtener material de construcción. Por eso hay minas, fábricas de tejas y ladrillos. Esa es la primera industrialización vallecana. Y, luego, empieza el desarrollo del puente y provoca el éxodo de vecinos. Pero no se puede hablar de un avance hacia la industrialización real hasta la anexión con Madrid y, en muchos espacios, hasta después de los años 80 del siglo pasado. Hay que tener en cuenta las malas comunicaciones que había con la ciudad, más allá de la avenida de La Albufera.
Sin embargo, la idea de un Vallecas dentro de Madrid se empezó a gestar muy pronto.
S.M. Desde finales del siglo XIX ya se tiene la idea en Madrid de absorber municipios de alrededor. También, durante la segunda república y en el plan Bidagor. No era un concepto ideológico sino un urbanismo de sentido común. Se trataba de mejorar la calidad de vida de la gente.
N.F. Es verdad que la anexión en época franquista, con reminiscencias republicanas, buscaba un gran Madrid que evitara que Barcelona fuese la principal ciudad del país. Y lo consiguieron, aunque quisieron abarcar tanto que ha costado muchas décadas desarrollarlo todo. De hecho, otros municipios como Pozuelo, Leganés o Getafe, se salvaron por los pelos de entrar en el paquete de anexiones. Vallecas, por el contrario, se convirtió en una bolsa de suelo para la capital. Pero creo que, a pesar de los errores, a Vallecas le fue bien con la anexión porque, al fin y al cabo, el urbanismo, los arquitectos, el planeamiento urbano, no es el mismo el que te proporciona una capital que siendo un municipio independiente.
Es decir, que el Valdecarros de hoy es el remate de esos planes urbanísticos de finales del siglo XIX.
N.F. Probablemente, sí. Y cuando se termine el desarrollo del sureste, más allá de algunos remates, no va a quedar más suelo.
¿Qué fue de Vallecas en los primeros 30 años del siglo XX?
N.F. Es el período del desdoble real entre el puente y la villa. El primero era el espacio obrero, industrial y de acogida de migrantes. El segundo siguió siendo un espacio de población campesina, dedicado a la agricultura mayoritariamente. De hecho, esas dos almas de Vallecas se mostraron cuando los vecinos del puente se llevaron el Ayuntamiento a su zona en las elecciones de 1931 porque tenían más población y más capacidad económica. Les pasó lo mismo a Chamartín y Tetuán.
¿Qué guerra civil vivió Vallecas?
N.F. Quedó cerca de la batalla del Jarama pero no fue frente, por lo que no hubo mucho destrozo. No obstante, hay algunas imágenes de Vallecas que tienen un fuerte componente simbólico en el conflicto. Lo que sí está claro es que en Vallecas hubo contestación al nuevo régimen porque se produjeron fusilamientos.
Tras la anexión, ¿cómo se vivió el desarrollo de Vallecas?
S.M. Hubo un furor constructivo que llegó tarde a la villa porque estaba lejos de Madrid. Hay que tener en cuenta que, tras la guerra, había que reconstruir y, luego, dar casa a los que emigraban a Madrid. Así que tardó en pueblos que hoy son distritos como Carabanchel, Villaverde, Aravaca o Vallecas. Fueron desapareciendo las fincas agrícolas.
¿Cómo era Vallecas tenemos a finales de los 70 y principios de los 80?
S.M. Un espacio en plena ebullición que empezó a crecer y a mejorar el nivel de vida. Es el período en el que surge Santa Eugenia. La democracia trajo una cultura popular fortísima mientras se mantuvieron tradiciones como la Semana Santa, las procesiones y romerías. Se sentaron las bases de su importancia actual pues cuenta con espacios como la Asamblea de Madrid y ese patrimonio del que hablábamos. Además, al estar aún en construcción tiene mucho que decir en la identidad del futuro de la ciudad.
N.F. La asignatura pendiente de Vallecas es que la ciudad se descentralice mucho más y lleguen aquí infraestructuras y eventos clave de la capital como festivales, grandes equipamientos, etcétera. Pero para eso quedan décadas.
¿Cómo que no fue frente la Villa de Vallecas? Aún quedan dentro del distrito centenares de restos de fortificaciones y trincheras. Deberían visitarlos antes de escribir el libro. Tampoco les vendría mal una visita al archivo del Paseo de Moret, que tiene un personal muy profesional que les facilitará toda la información que necesiten.