Continuamos con nuestra serie de reportajes sobre cómo se crea un desarrollo urbanístico. Los nuevos desarrollos del sureste de Madrid han transformado grandes extensiones de terreno, recalificando suelo rústico a urbano y cambiando la naturaleza catastral de miles de propiedades. En este reportaje, explicamos cómo funciona el Catastro y cómo gestiona estos cambios que afectan la fiscalidad municipal. En especial, el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI).
Según explicaron a Nuevo Sureste fuentes del Ministerio de Hacienda, el Catastro es un registro administrativo gestionado por la Dirección General homónoma, que describe y valora los bienes inmuebles en España. Un bien inmueble es un terreno, una parcela, un suelo delimitado, una construcción y sus elementos lucrativos asociados sujetos a la propiedad horizontal (pisos, oficinas, locales, garajes, trasteros…).
El Catastro define su naturaleza como rústico, urbano o de características especiales. Cualquier acto de planeamiento o gestión urbanística que altere la naturaleza administrativa de esos bienes supone inscripciones en Catastro. La entidad realiza un padrón o inventario, actualizado anualmente, de cada municipio. La actividad incesante en áreas como Los Berrocales, Los Ahijones, El Cañaveral, Los Cerros, Valdecarros y la Nueva Centralidad del Este están suponiendo cambios en este sentido. Según datos del Ayuntamiento de Madrid, se calcula que, sólo en 2024, se llevarán a cabo 1.200 inscripciones en este registro.
La valoración catastral
El ente asigna a los bienes inmuebles una identificación o referencia y les incorpora una serie de datos estadísticos en función de la localización (coordenadas, ubicación, topografía…), superficie (dimensiones, forma, accidentes de terreno, clases de suelo, vías de comunicación, límites de término) y uso (parcelas, construcciones, aprovechamientos…), y otros datos auxiliares. A través de esta información, las administraciones pueden calcular el devengo tributario de cada bien. En especial, el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y la plusvalía municipal.
El valor catastral se determina a través de una ponencia de valores que se actualiza de oficio o a instancia del ayuntamiento correspondiente cuando, respecto a un conjunto de bienes inmuebles, se ponen de manifiesto diferencias sustanciales entre el valor de mercado (incluidos los servicios con que cuenta el ámbito) y el valor de base que sirvió para determinar el valor catastral vigente, ya sea como consecuencia de una modificación en el planeamiento u otras circunstancias. La actualización del valor supone cambios en los tributos, que se calculan en función de una serie de coeficientes que categorizan cada territorio.
Historia del catastro
Se considera que el catastro más antiguo del mundo es el de ‘Ur-Namma’, tallado sobre diorita y creado en el siglo XXI a.C. en Nippur, en la actual Irak. En España, el más antiguo es el ‘Becerro de las Merindades de Castilla’ (1350-1366 d.C.), ordenado por el rey Pedro I para estudiar, a petición de los hidalgos del reino, la transformación de behetrías (poblaciones en las que el pueblo elegía a su señor) en tierras solariegas (pertenecientes a un señor). A pesar de que hubo recuentos previos como los recuentos de población y de fuegos, y el vecindario de Campoflorido, el documento que marcó la pauta para esta actividad posterior fue el Catastro ordenado por el marqués de la Ensenada (1749). Junto a otros documentos como el libro del mayor hacendado, el censo y el libro de lo enajenado, realizó un análisis de población, propiedad, edificios, ganados, oficios, rentas y características de las poblaciones, a través de cuestionarios, antes de la época estadística. El objetivo era unificar las contribuciones para simplificar el sistema y facilitar su cobro.
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