Carlos Caballero es doctor en Geografía e Historia y presidente de la Sección de Arqueología del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de la Comunidad de Madrid. Analizó la realidad del trabajo arqueológico en las obras de urbanización y el valor patrimonial existente de los desarrollos del sureste de Madrid, dentro de la serie de entrevistas que Nuevo Sureste está haciendo a colegios de profesionales.
La estrategia del sureste es la última gran bolsa de suelo de la ciudad de Madrid y tiene un gran componente arqueológico ¿Cómo actúan estos profesionales durante una urbanización?
Para desarrollar un nuevo suelo hay que tener en cuenta primero si está dentro de una zona de protección arqueológica y paleontológicas. En la ciudad de Madrid hay más, pero fundamentalmente hay cuatro zonas de protección arqueológica, que son: el recinto histórico de la villa de Madrid, que coincide con el distrito Centro, básicamente hasta el parque de El Retiro, las terrazas del Manzanares desde el monte del Pardo hasta el término municipal de Getafe en ambas márgenes del río, la Casa de Campo, que es Bien de Interés Cultural; y la zona de Las Mercedes, en lo que es la antigua Ciudad Pegaso. La villa de Madrid y la Casa de Campo tienen naturaleza arqueológica, Las Mercedes, paleontológica; y las terrazas del Manzanares, arqueológica y paleontológica. Arqueología y paleontología son disciplinas distintas y requieren profesionales distintos, aunque tienen el mismo procedimiento administrativo y las zonas de protección son coincidentes.
¿Y al margen de esas zonas de protección?
Al margen de esas cuatro zonas de protección, están lo que se llaman yacimientos inventariados, cuya existencia se conoce por diversas razones. Bien porque se conocen desde antiguo, porque en diversas intervenciones anteriores se ha producido un hallazgo arqueológico y se ha podido delimitar el yacimiento, o bien porque se han descubierto al hacer un desarrollo urbanístico, o bien una infraestructura lineal como el AVE, o una autopista o una vía de circunvalación, todo ese tipo de cosas. Todos esos yacimientos inventariados son zonas en las que cuyo ámbito, cualquier obra civil o cualquier obra que conlleve movimiento de tierras implica seguimiento arqueológico y paleontológico.
Es decir, que al mover tierras y construir, debe haber un arqueólogo y un paleontólogo.
Con carácter general, podemos decir que es así, donde haya un movimiento de tierras tiene que haber un arqueólogo, si es una zona de protección. Si es una gran superficie de terreno como Los Berrocales, Valdecarros, Los Ahijones, Los Cerros o El Cañaveral sí que hay prospecciones previas. Si esa prospección da resultados positivos desde el punto de vista arqueológico, la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, que es la administración responsable, es la que determina qué actuación arqueológica va a acompañar a las obras o si tiene que haber una incluso anterior a las obras, como ocurrió en Casa Montero al construir la M-50. En función de los resultados de esa actuación arqueológica, la administración puede prescribir la realización de catas o sondeos, un seguimiento durante las obras o incluso modificar el proyecto planteado de manera que se adapte a la realidad arqueológica de la zona.
¿Qué hace el arqueólogo durante el movimiento de tierras?
El arqueólogo tiene un papel observador ineludible y el promotor lo asume al entender que es un sitio con importancia arqueológica. Está a pie de obra viendo lo que se está haciendo durante los trabajos. En las prospecciones y los sondeos, el arqueólogo va por delante de las máquinas. En el seguimiento, va por detrás de ellas. Vemos lo que hace la máquina y, si la máquina encuentra algo, paramos en ese punto, limpiamos con metodologías geológicas, vemos qué resto es y si se puede seguir adelante. Los restos se documentan y, si es necesario, se comunica a la Comunidad de Madrid para que prescriba de nuevo una serie de actuaciones.
¿Pueden saltarse fases?
Sí, puede irse directamente a la fase de seguimiento, si la administración considera que no es tan importante lo que hay allí o lo que conocemos no tiene tanta importancia, porque sólo conocemos una parte de la realidad, no la realidad completa. Eso no es una garantía de que no haya restos arqueológicos. No obstante, no se excava un yacimiento completo antes de hacer obras si no se tiene una información cercada, pero la Comunidad puede tomar una decisión de cualquier tipo en ese sentido. Es cierto que cuanto menor es la intensidad de la actuación arqueológica que dictamina la administración, menor es la posibilidad de encontrar un resto arqueológico.
¿Qué características arqueológicas tiene el territorio que abarca la estrategia del sureste?
Probablemente, es una de las zonas arqueológicas más importantes de la Comunidad de Madrid, no sólo de la ciudad de Madrid. También es verdad que es una zona en la que el conocimiento lo estamos teniendo ahora a raíz de los desarrollos urbanísticos. O sea, no es como otras zonas más cercanas al recinto histórico que se desarrollaron de antiguo y que, por ejemplo, al otro lado del Manzanares, por Puerta del Ángel o San Isidro, que son zonas en las que las labores de extracción de graveras y de areneros nos permitieron conocer los yacimientos hace ya más de un siglo. Aquí, en cambio, el conocimiento es mucho más reciente, se ha producido prácticamente todo en el siglo XXI. Empezó con la M-50, que fue donde se encontró Casa Montero. Este yacimiento es de tal importancia que aconsejó cambiar el trazado de la carretera y el AVE. Cuando se produce este tipo de hallazgos, hay que comprender su importancia y explicar que la arqueología no es un problema sino un valor añadido para muchas cosas, en este caso para la ciudad de Madrid. Cuando se entiende, todas las partes reman a favor. De tal modo, en el siglo XXI ha habido un cambio de mentalidad y de paradigma en el que el patrimonio arqueológico y paleontológico empiezan a ser valorados de otra manera.
En un espacio consolidado como el casco histórico de Madrid es fácil de entender ¿Hasta qué punto se comprende así en nuevos espacios?
Es difícil conjugar las necesidades del promotor con las de la comunidad científica. Entendemos que el promotor efectivamente lo que quiere es construir y además lo más rápido posible. Pero yo creo que sí que se está produciendo un verdadero cambio de paradigma, que ya se asume la arqueología como un condicionante más de las obras. Sobre todo, en amplios espacios como estos que, encima, los promueve el Ayuntamiento en la mayor parte de los casos. Se asume como una necesidad más dentro de una obra, igual que tienes que tener la luz contratada y autorizada o la toma de agua, tienes que tener un arqueólogo allí y es susceptible de encontrar algún resto en algún momento. Efectivamente, en el centro de Madrid es más fácil de comprender y de integrar, pero creo que está cambiando el discurso también en estos espacios.
¿Qué ventajas y qué inconvenientes tiene que se estén conociendo estos yacimientos en el siglo XXI?
Las ventajas son que si se hubieran producido desarrollos de esta magnitud en el siglo XIX o a principios del XX, no tendríamos noticia de estos yacimientos. De hecho, en los primeros años del siglo XX, los yacimientos que se descubrieron fueron en zonas de extracción, no en zonas donde se estaba construyendo. Las terrazas del Manzanares, Areneros, Salmedina, Arriaga y todos los areneros esos de toda la curva que hace el Manzanares enfrente del antiguo estadio Calderón, se conocieron en estas circunstancias. Por otra parte, el inconveniente principal y obvio de los yacimientos hoy día es que ralentiza el ritmo de las obras. Los arqueólogos no paramos las obras. Comunicamos a la administración lo que hay y es la administración la que decide si se para la obra en ese punto o no. Pero sí que es cierto que si se hace un yacimiento el trabajo es más lento. Lo dicho, es un condicionante más, pero no uno de carácter definitivo. Estamos cambiando la manera de comunicar las cosas y parece que se asume con mayor naturalidad, pero sí que hay una idea generalizada de que, como encuentres un resto arqueológico, estás muerto y no vas a hacer la promoción que tienes proyectada y te vas a morir de asco esperando autorizaciones y además vas a perder dinero y todo eso no es en absoluto así. En realidad, lo que supone son retrasos. Pero esos retrasos deberían estar contemplados en los presupuestos porque existe ese condicionante, especialmente en zonas como los desarrollos del sureste donde se tiene tanta constancia de presencia de restos.
Es decir, que hay un problema de comunicación.
Sí. No se valora la arqueología, aunque haya ido cambiando la percepción que se tiene de nuestro trabajo, porque no somos capaces de explicar lo que hacemos y para qué lo hacemos. Y esto no es una cosa que entienda todo el mundo. Lo que se entiende es que vienen estos tíos otra vez a pararme la obra, son un incordio, porque yo sí necesito luz para construir, pero necesito un arqueólogo. Entonces tenemos que explicar por qué hacemos las cosas, por qué recuperamos el patrimonio que es de todos, que estamos trabajando con el patrimonio de todos, y los resultados que hemos obtenido con nuestro trabajo de manera comprensible pero sin infantilizar el discurso. Como dice la jefa del Área de Arqueología de la Comunidad de Madrid, no hay que contar un teatro romano siempre igual, hay que contar las características particulares de ese teatro romano. Si la gente ve un panel que explica un bifaz y no entiende absolutamente nada, genera más rechazo. Por eso es importante que, si no se musealiza, se haga un centro de interpretación.
En la práctica, ¿se minusvalora o sobrevalora el resto arqueológico?
Se concilian los intereses económicos legítimos con la arqueología. Se tiende a la compatibilidad. Hay que tener en cuenta que el 95 por ciento de las intervenciones que hacemos en la región van ligadas a obras. No se hacen por simple investigación, o sea, no hay una prioridad de investigación salvo excepciones muy concretas. La compatibilidad es la que lleva a la investigación. Entonces, se trata de musealizar lo que se pueda, pero no todo se puede. Cualquier conservación arqueológica debe tener como objetivos dar a conocer, conservar y compatibilizar con el desarrollo que ha dado origen a la investigación. Trabajando en equipo con los promotores, se pueden alcanzar esos objetivos.
¿Cuáles son los yacimientos clave de la estrategia del sureste de Madrid?
Hasta ahora, se han encontrado Casa Montero, el yacimiento de Torre Pedrosa y el castro de La Gavia. Casa Montero es excepcional. A nivel nacional, es una mina de sílex que no tiene parangón, con toda seguridad. Eso nos permite conocer un período del que sabíamos muy poco y cómo se extraía ese material que luego fue tan importante para la ciudad de Madrid para construir las murallas y que era tan importante en la época. Torre Pedrosa sería el equivalente en esta zona al yacimiento de Carabanchel que estaba bajo la cárcel y al lado de la ermita de Santa María La Antigua. Tiene la importancia de tener, no sé si todos, pero muchos de los niveles cronológicos de asentamiento en la zona, por lo menos, desde época romana o anterior, hasta la actualidad, con especial importancia en la ermita. La fase más conocida en la romana, que se excavó hace unos 15 años aproximadamente. También tenía una necrópolis visigoda, lo que permite estudiar un asentamiento completo, un continuo que permite explicar el origen de los pueblos de la zona. El tercero es el castro de La Gavia. Es un yacimiento que también se conocía desde antiguo, pero se empezó a excavar en realidad a finales del siglo pasado y con certeza desde el principio de este siglo, a raíz de las obras del AVE. La excavación que se está haciendo es espectacular. Es un yacimiento prerromano, luego romanizado. También hay restos de la guerra civil por allí, pero la parte más conocida es la de la segunda Edad del Hierro, siendo el yacimiento de este tipo en el entorno inmediato de la ciudad de Madrid mejor conocido. Aparte de esos tres grandes yacimientos, hay yacimientos pequeños.
Entonces, ¿qué tipo de espacio arqueológico era este sureste, ubicado en la divisoria del Jarama y el Manzanares?
Tiene importancia porque es un espacio donde se podían hallar materiales clave. En época prehistórica, el sílex y los recursos de los ríos y sus arroyos subsidiarios. También era una importante zona agrícola por las características de su suelo. Desde la Edad Media, Vallecas y Vicálvaro eran de los primeros proveedores de pan y vino de la ciudad de Madrid. También había presencia de minas importantes en toda esa zona, de sílex, de yeso y de otros materiales constructivos. Cuando en el siglo XX se construya masivamente en Madrid, se extraerán arenas y piedras, primero de la margen derecha del Manzanares, en la zona del Abroñigal, y, luego, de las zonas de yesos del sureste, alcanzando Arganda.
Me habla en todo momento de yacimientos carpetanos, romanos o medievales, pero existe una arqueología moderna y contemporánea. Hubo instalaciones agrícolas como las fincas de labor y pequeñas industrias en la zona. También, estructuras que se han empezado a reconocer como patrimonio hace relativamente poco tiempo, como las bodegas, las casas cueva, etcétera ¿Se trabajan del mismo modo?
El tratamiento es el mismo, si bien, las cautelas arqueológicas no suelen serlo. Yo he excavado una bodega en Vallecas, enfrente de la iglesia de San Pedro Ad Víncula sin que hubiera esas cautelas y, cuando llegamos porque se alertó de los restos arqueológicos, había desaparecido media estructura. Se consideran obras menores, parte del acervo, de lo popular, pero explican parte de la realidad de los pueblos. Aún no se ha asimilado como patrimonio y debería tener un tratamiento arqueológico más cariñoso del que tiene.
Los arqueólogos y los historiadores trabajan con sus distintas fuentes y escriben al final el relato de lo fueron y de lo que son los espacios y las gentes que vivieron en esos espacios ¿Cuál es ese relato?
Pues lo que hemos aprendido de lo que se está excavando en el sureste de Madrid, o de lo que se ha excavado, es que es prácticamente un continuo con lo que se conocía al otro lado del Manzanares, en el sur de la ciudad. Había una población más o menos dispersa, pero con mucha continuidad en todo el bajo Manzanares y en todo el bajo Jarama, que también eso lo conocíamos de las excavaciones en Barajas, el aeropuerto y demás. Lo que sí se va viendo es que esa zona despoblada que se suponía que había en el centro de la península, realmente no debía ser así. Y luego, claro, hay un hecho fundamental que es la instalación de la ciudad de Madrid, la conversión en capital de la ciudad de Madrid, que es la que altera urbanísticamente todo eso y cambia completamente los modos y los ritmos en que se construye en el sureste de la ciudad y el sur. En el sureste, en cierta medida, había una especie de red, no muy tupida, pero una red de asentamiento humano. Si analizas los puntos de la carta arqueológica, ves que era bastante más densa de lo que se pensaba en un principio.
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