Sigfrido Herráez es el decano del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM). Atendió a Nuevo Sureste para analizar la realidad urbanística de la capital y, en concreto, de sus desarrollos en el sureste.
El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid (PGOUM) está en pleno período de concepción ¿Qué ciudad tiene en mente el colectivo de los arquitectos, teniendo en cuenta la colmatación de Madrid?
Hay dos análisis que se están haciendo siempre los técnicos y los políticos. Uno es el cuantitativo, es decir, cuántas viviendas hacen falta en Madrid y dónde las situamos. Así podemos desterrar fenómenos como el alquiler de habitaciones, que está dando poca calidad de vida a esos ciudadanos, normalmente jóvenes. Luego podemos entrar en las infraestructuras y las dotaciones que conllevan. Evidentemente, la calidad de vida de un ciudadano está, no sólo en la vivienda, sino en todo eso que le rodea y hay que preverlo. Y, luego, está que a nosotros los arquitectos nos interesa el análisis cualitativo, es decir, cómo se quiere hacer la ciudad. Los coches de hoy son distintos que los de hace 30 años, pero las casas se parecen más las de hace 30 años a las que estamos haciendo ahora. Algo pasa aquí cuando entra la tecnología. Una carpintería es infinitamente mejor que hace 30 años. La aerotermia, todos los temas de instalaciones… Eso es lo que ha cambiado, pero también tienen que cambiar otros aspectos porque están variando las formas de vida los jóvenes.
Entonces, la parte cualitativa de la ciudad, de cómo va a crecer, dónde y de qué manera va a crecer la ciudad, cómo vamos a consumir menos energía, eso tiene que ver con la movilidad, con que la gente no tenga que desplazarse una hora y media dentro de la ciudad para trabajar todos los días o para llevar al niño al colegio. Creo que hay que hacer un análisis cualitativo importante para mejorar la calidad de vida de todos esos ciudadanos. Por tanto, lo cuantitativo sin lo cualitativo no sirve. Podemos construir 80.000 viviendas en vez de 10.000. Puede que baje el precio de la vivienda, que se haga vivienda asequible para jóvenes, pero hay que aprovechar para darle calidad a esas viviendas y barrios. Los arquitectos tenemos ahí un papel primordial. El alcalde de Madrid lo ha captado y tiene un consejo asesor de arquitectos, que le damos opiniones sobre estética, sobre la ciudad, sobre nuevos crecimientos, sobre los pisos turísticos, o sea, fenómenos que están surgiendo que tienen que ver con el urbanismo y la ciudad. Y cuando digo los arquitectos, digo también los urbanistas, que estamos al servicio de los ciudadanos a través de las administraciones.
Hablaba usted en un acto en julio sobre arquitectura humanista ¿Cómo se hacen casas más humanas con la tecnología y el cálculo cuantitativo?
Tenemos un congreso dentro de la Semana de la Arquitectura sobre arquitectura y salud. Tengo la teoría de que no hay arquitectura que no sea saludable, o hacemos viviendas que tengan iluminación suficiente, que tengan ventilación razonable y variables similares, o provocamos una falta de calidad de vida evidente. Estamos en el debate de la vivienda de 40 metros cuadrados. Yo creo que una vivienda de 39 y una de 41 no se distinguen en nada más allá del límite legal. Pero una vivienda de 39 metros con una muy buena iluminación, ventilada al exterior, pues es una vivienda para una persona sola o para una pareja que puede ser espléndida. Soy partidario de las normas, evidentemente, y las cumplimos, pero también soy un poco revolucionario y quiero apostar por el factor humano. Vamos a intentar que un señor mayor que tiene una forma de vida, tenga una forma de vida con calidad, y que un niño de tres años pueda estar en un parque de manera adecuada en la ciudad y pueda llegar a su casa y que esta sea accesible su casa, etcétera. Ahí estamos los arquitectos desde lo grande, desde el diseño de ciudad, de parques, de árboles, de parques y de plazas, al diseño de la silla donde nos sentamos, con la cual damos calidad de vida. Esa es nuestra profesión, la de hacer dar calidad de vida a los ciudadanos.
¿Y cómo se humaniza una ciudad que está en pleno bullicio, en pleno crecimiento, en la era de la colmatación absoluta?
Yo siempre he puesto un ejemplo sencillo. Los árboles de alineación de la calle Mayor dieron un carácter a esa calle distinto al que tenía. La calle Mayor era la calle más importante, no la más grande, pero sí la más importante en teoría del Madrid de los Austrias. Y era una calle que la gente tenía aceptada como de paseo. En el momento en que hacemos esos árboles de alineación, que son madroños, la gente tiene otra calidad de vida. ¿Por qué? Porque, seguramente, los 45 grados del verano de Madrid son más llevaderos con ese tipo de alineación de árboles que sin él. Seguramente, en invierno, que pierden la hoja, los árboles de hoja caduca permiten pasar los rayos de sol. Es decir, ese tipo de trabajos que tienen que ver con la naturaleza y a veces de manera artificial. Hay miles de pequeñas aportaciones dentro de la ciudad que la mejoran. Todo eso se ha diseñado por un arquitecto. Y, si hablamos de la nueva ciudad, ¿qué te voy a contar? Yo me asusto cuando veo los nuevos crecimientos y me imagino una persona allí caminando ya con las construcciones. Parece poco amable. Tenemos que buscar mayor amabilidad en el urbanismo.
Si es poco amable, ¿para qué sirven cosas como la ciudad de los 15 minutos, el allanamiento de superficies, las supermanzanas, etcétera?
Tú te estás haciendo la pregunta y la respuesta, es decir, ¿qué ciudad de los 15 minutos vivimos en Madrid? ¿Cuántos ciudadanos del PAU de Vallecas, del ensanche viven y trabajan allí? ¿Un 10 por ciento? Creo que esas son teorías que tenemos que intentar empezar a implementar. En el polígono industrial de Vicálvaro hay trabajo, pero los trabajadores de ese polígono no viven allí y el motivo es el precio. Son gente que viene de Villaverde, de Parla, etcétera. Entonces, tenemos ahí un tema que tiene que ver con lo sociológico, lo urbanístico y lo arquitectónico. Y es una pelea complicada. Los arquitectos estamos ahí.
En la presentación de Madrid 2050, la directora general de Vivienda de la Comunidad de Madrid habló de que los arquitectos están empezando a regresar en el debate al concepto de ciudad densa. Los desarrollos del sureste superan en un 30 por ciento la densidad de población de Madrid, más si no contamos las zonas verdes forestales del Bosque Metropolitano ¿Cómo se gestiona una ciudad humana en la que se hace microcirugía arquitectónica para que la colmatación no afecte a los habitantes de unos barrios tan densos?
¿Qué es mejor o per, más denso o menos denso? Pongo un ejemplo que es entendible. Hay zonas de la ciudad donde dos farolas sirven a una única vivienda y hay zonas de la ciudad donde una farola sirve a 150 viviendas. Es evidente que desde el punto de vista económico, digo económico no de precio, sino de ecología, poner dos farolas por cada vivienda en la ciudad, en toda la ciudad, es una barbaridad. Es el modelo que pensaron los ingleses y adoptaron los estadounidenses como suyo. Pero, en España, en Europa, ahora mismo ese dispendio no cabe. Esa es la forma desde donde hemos de entender la densidad. El extremo contrario, una densidad a la japonesa que no es agradable para moverse y para vivir, tampoco. El equilibrio lo tenemos que encontrar yendo de una ciudad poco densa a la más densa. Ahí hay crecimientos. También hay que considerar el mal uso que se ha hecho en barrios muy densos de Madrid como el barrio de El Pilar o Aluche de los espacios interbloque. La gente iba a otros parques porque no utilizaba sus jardines y espacios comunitarios que, ahora, empiezan a ser muy buenos.
Pero, a ciudades más densas, hay unos costes de mantenimiento superiores, públicos y privados, hay unas tensiones sociales mayores, y también una mayor rentabilidad del uso del suelo. Tiene consecuencias.
En España somos muy de extremos. Tampoco defendemos, aunque lo han defendido algunos políticos aquí hace poco, la ciudad poco densa, la ciudad inglesa. Eso es una barbaridad. Del mismo modo, tampoco vamos a hacer ahora grandes torres de vivienda donde la gente va a vivir fenomenal. Yo creo que tenemos que buscar un equilibrio ahora mismo en ese movimiento que se está produciendo. El proyecto de Campamento, que se empieza desde ahora desde cero, es la ciudad del siglo XXI de verdad en la que tenemos que aplicar ese equilibrio, porque el sureste se diseñó hace 25 años. Hay que pensar en la calidad de vida, dónde trabaja y dónde hace vida el vecino, y también en el cambio climático, etcétera. Si la gente empieza a trabajar en casa, como en un momento dado la pandemia promovió, hay que hacer las casas de manera diferente. No se puede poner el ordenador encima de la mesa de la cocina. Vamos a intentar buscar ese espacio de trabajo que sea compatible con el de estudio de los niños, con la comida y la cocina. Es decir, alguien que vive en casa y trabaja en casa utiliza la casa de manera distinta. Sin embargo, seguimos haciendo las mismas viviendas para unos que para otros.
La tendencia de zonificación de usos, ¿no hace que los vecinos se queden en su manzana? ¿No es un cierto autismo urbanístico o habitacional?
¿El pádel y la piscina dentro de la manzana cerrada es una bendición o un horror? Hay gente que lo lee de una forma o de otra, y eso cada uno es libre ¿Por qué? Porque hay gente que no quiere ver siempre a la misma gente de la misma manera. Y, al revés, hay gente que está encantada porque son su familia o una prolongación de su familia los que están en esas piscinas. Es un problema cultural, es decir, cómo leemos lo que va pasando. Eso es un fenómeno que aparece en los años 80, 90, no existía antes. Se ve en desarrollos que se han hecho después como Arroyo Fresno, Sanchinarro, Montecarmelo… Eso, ¿es bueno o es malo? ¿Es ideal, es para siempre? ¿Viene para quedarse? Está viéndose que no, que está en revisión. Y ahora ya metemos en los edificios de vivienda espacios para reuniones que antes no tenían, espacios para los cumpleaños de los niños… Siempre hay algo que innovar, que dar en mayor calidad de vida para los ciudadanos. O sea, vuelvo al mismo discurso, ¿qué es lo que estamos buscando los arquitectos y los promotores? El concepto calidad de vida, que va cambiando con la ciudadanía. En los 90, la calidad de vida era el pádel y la piscina, y ahora mismo empieza a haber otros fenómenos. Porque somos partidarios de ir a un gimnasio cercano, que de estar en la piscina. Entonces, a mí me parece que lo que tenemos que hacer los técnicos, que estamos a las órdenes, no nos olvidemos, de las administraciones y de nuestros clientes, es cumplir con nuestra gran obligación, que es con la sociedad.
Ahora hay una polémica que no sé si conoces, pero en los estudios vivimos todos los días, que es viviendas más grandes y viviendas más pequeñas. Viviendas más grandes porque se trabaja en ellas, o viviendas más pequeñas porque cada metro cuadrado se paga y está a un precio imposible. Entonces, ahora mismo los encargos son viviendas pequeñas de dos dormitorios con 60 o 70 metros cuadrados, como mucho. Es decir, estamos volviendo a las viviendas de los años 50 o 60, de las casas protegidas, incluso anteriores. Entonces, no son mejor ni peor por eso. Pero ya ves un poco cómo la sociedad va demandando una cosa u otra. En este caso, todos quieren tener una vivienda más grande, pero no la pueden pagar.
Durante unas décadas eso ha hecho, sobre todo en el boom de los 90 y principios de 2000, el promotor devoró el papel del arquitecto como creador de realidades y de espacios. Hablaba usted de un regreso del arquitecto ¿Cómo se vive ese regreso?
Te lo voy a decir un poco a lo bestia. Tú entras en un edificio, en un espacio que antes era comercial y ahora es vivienda, diseñado por un arquitecto, y entras en uno que no ha sido diseñado por un arquitecto, y ves la diferencia con otro en que se contrata directamente al albañil. Fíjate cómo se abren huecos a una altura determinada para que entre luz pero no te vean. Es decir, cómo el arquitecto piensa cada movimiento que hace en un espacio ¿Por qué? Porque el albañil abre donde cree que es mejor o más cómodo. Y, al final, la calidad de vida viene de esos pequeños detalles. Cuando hablaba de salud, me refería a ventilación, iluminación y espacio suficiente, pues es que básicamente es eso. Si no tienes ventilación, porque hay gente que piensa que puede vivir en un piso interior y encima cerrado, hermético y con una renovación de aire artificial. Eso no es sano. Te puede servir porque aquí en Madrid y, en este momento, vale todo, pero no esa la iluminación. La iluminación y el soleamiento, igual. Por ejemplo, han dejado de hacerse balcones. A mucha gente mayor sobre todo, le daba la vida, pues no podía ni bajar a la calle. Sin embargo, se pasea por el balcón y el sol le da la vida, nunca mejor dicho. Entonces, todo ese tipo de cosas son gestos. Me refiero a que un arquitecto en tu vida te puede hacer feliz, y conozco clientes que te lo dicen así, o sea, un arquitecto te hace feliz haciendo que una ventana pequeñita sea tres veces más grande porque se le ha ocurrido que tiene un paisaje de fondo y eso a lo largo de los años te va haciendo feliz. De tal modo, la defensa de la profesión se hace por sí misma, porque los ciudadanos, queramos o no, lo ven. O sea, saben que un espacio diseñado, cuando entran en una tienda, cuando hay diseño detrás, hay pensamiento detrás, hay conocimiento detrás, está mejor que cuando no. Y ahí están los ejemplos. Los concursos que se han hecho en Madrid han dado como consecuencia obras y zonas de la ciudad mejores que las que no se han hecho por concurso. Madrid Río o plaza de España son ejemplos magníficos de por qué empezaron a pensar mis compañeros, muchos, y compitieron por ello y salió lo mejor. La competencia de ideas es fundamental para avanzar.
Hablando de ideas, conceptos como las supermanzanas o la ciudad de los 15 minutos tienen muchos años ¿la arquitectura de tiempo pasado es del siglo XXI?
La inercia que tiene la gente cuando ve que la calidad de vida de los que viven en un nivel económico superior es a copiar. Esa tendencia a copiar nos lleva a que el cambio sea más complicado. Muchas veces no nos paramos a buscar alternativas, aunque sean mejores para nosotros. Por ejemplo, está de moda el gimnasio en locales comerciales. Yo defiendo que el espacio deportivo en las zonas altas de los edificios. Eso no me he cansado de decirlo desde hace 30 años ÿ y la gente no se da cuenta de que, con la cantidad de tiempo que pasan en una zona de musculación, aunque haya 10 personas de los 60 vecinos, tú lo pones ahí arriba con una perspectiva de campo amplia, y es mucho más interesante que meter espacios de ese tipo en edificios de cierto nivel económico, en un sótano, en los bajos. Ya me dirás tú a mí qué calidad de vida estamos dando ahí. Hay gente con la mentalidad abierta que piensa como yo, pero hay mucha gente que es inercial. Es decir, gente que le han dicho que haga gimnasia y la hace donde le dicen. Tenemos que innovar mucho más. Soy partidario de que la gente vea lo que se está haciendo en el norte de Europa respecto a la vivienda social y los espacios públicos. No es un tema económico, no es cuanto más te gastes, mejor resultado. No, es un tema de pensar. De decir ¿cómo hacemos para gastar menos energía? Un árbol de hoja caduca delante de casa es mucho más efectivo que el aire acondicionado, la aerotermia, la geotermia… Cosas carísimas y complicadísimas. Hay que recuperar lo natural. Una amiga mía ha comprado unas persianas de esas antiguas que se ponen por encima del balcón. Desde el punto de vista bioclimático es alucinante. Se está recuperando el adobe en construcción, la orientación de las ventanas… El arquitecto debe mirar a las cosas que se han utilizado en la historia con el objetivo de estudiar qué calidad de vida se desea.
Se están produciendo cambios tecnológicos que pueden cambiar el paradigma del sector. Por ejemplo, se está dejando de construir en ladrillo para fomentar otros materiales que facilitan la industrialización de la construcción ¿Son modas o no hay vuelta atrás?
La industrialización y la prefabricación, sobre todo en hormigón, tenía dos explicaciones. Una, la rapidez, porque hacen falta muchas viviendas, aunque no veo que sean especialmente más rápidos. Desde que haces el encargo, fabrican y traes, tarda lo mismo que si te pones a poner ladrillo. No hay un gran ahorro de tiempo, ni de dinero. Y, dos, el ahorro, aunque tampoco es más barata y tiene huella de carbono. Pero hay algo que falla. Nada es blanco o negro. Ahora no se puede plantear la eliminación del ladrillo. Los paneles de hormigón quedan bien y están fenomenalmente ejecutados, pero dan muchos problemas en el tema de carbonización de las viviendas. La cerámica, bien ejecutada, está muy bien. Moneo, de hecho, está haciendo cosas con ella, pero dicen que no hay suficientes profesionales para trabajarla en obra. Hemos de ir al concepto y tener una idea de conservación cultural. Y soy un defensor de la industrialización y de la prefabricación, pero no como se está haciendo ahora.
Las especificaciones ambientales de construcción son muy estrictas para converger con el concepto ‘Passivhaus‘ ¿Nos podemos permitir como sociedad ponernos tan estupendos con el consumo energético de las viviendas?
Es que no hay otra. No podemos dudar entre hacer lo mejor o no. Hay que hacerlo perfecto y es un compromiso con el planeta. Es una necesidad, no una moda. Ningún arquitecto lo pone en duda. Es un estándar mental aceptado, una cultura y eso está muy bien.
¿Es en este punto donde hay que trabajar la cadena de valor de cada eslabón del sector de la construcción?
Sí, creo que falta trabajar en ese sentido. La sociedad tiene admitido que no quiere consumir energía y que hay que hacer las cosas bien, pero los que estamos en el mundo más directamente relacionados, sobre todo los albañiles, etcétera, aún no lo tienen del todo asimilado. Eso se combate con formación a los trabajadores, que hacen mucha falta en el sector. Pero formación para eso, para poner pladur o electricidad, etcétera. Y, si se tiene que formar en otro idioma, se debe hacer. Esta formación no se está haciendo bien por parte de las administraciones porque no se forman profesionales suficientes.
¿El sector de la construcción de Madrid tiene capacidad para construir la cantidad de vivienda que necesita la ciudad y la región?
Tenemos arquitectos de sobra. El grupo promotor madrileño es brillantísimo. Gente muy formada y muy seria, empezando por la presidenta de los promotores. Fallamos en otro segmento ¿Tenemos industria para fabricar lo necesario? ¿Tenemos trabajadores para hacerlo? Es ahí donde tengo la duda. Pero podríamos tenerlo. Hubo en tiempos una transformación de las fábricas de coches en fábricas de construcción. En vez de traer de China los productos, nos podemos reconvertir.
¿Tiene espacio todavía Madrid para acoger industria o la logística del sureste es el último paso de la expulsión de este sector económico de la ciudad de Madrid?
La industria que se va a hacer es distinta a lo que tradicionalmente hemos visto en industria. Lo primero que se ha vendido en Los Ahijones ha sido el suelo logístico de Newdock. Ha pagado 40 millones por un suelo que aún es un sembrado. Eso significa que existe una demanda. Porque allí van a estar almacenes como los del corredor del Henares, de Mercadona, de El Corte Inglés… Estás en un sitio estratégico y bien comunicado. La polémica es si ese suelo debería ser vivienda porque es más necesaria. Y ese es un equilibrio complicado. Ahí van a trabajar 5.000 personas ¿Pueden vivir cerca? ¿Podemos implementar la ciudad de los 15 minutos? Volvemos a las soluciones de ciudad. Soy partidario de la compatibilidad de usos. Esos usos están lejos de molestar a la población.
¿Qué solución considera que es la que ahorma más con los principios que me ha planteado a nivel urbanístico y arquitectónico para la ciudad?
Yo realojé los focos de Las Rosas. Hablo en primera persona. Me tomé en serio ese realojo. Eran muchos cientos de viviendas y no viviendas porque los focos de la avenida de Guadalajara eran lo peor de lo peor. Y se hizo de la única forma posible que se puede hacer: realojar al que lo necesita y expulsar las actividades que no tienen que estar. No se puede estar cultivando marihuana, es una vergüenza nacional, no sólo para Madrid, sino para el país. No se puede pasar de un sitio donde se está especulando con la vivienda y al lado hay niños pisando barro. Los niños tienen que dejar de estar pisando barro e inmediatamente realojarse, etcétera. El final de la cañada real ha sido muy largo pero es el único posible: ni va a llegar alguien con un tractor y se va a llevar todo por delante, eso no es viable en España, ni le van a dar un piso de lujo a todos. No, le van a dar una vivienda en alquiler, humilde, a mucha gente que lo necesita. Creo que la sociedad está preparada para eso. Lo que no está preparada es para agredir a la gente que vive allí humildemente, ni para hacer rico a alguien que se mete allí a vivir de mala manera. Porque la sociedad es violenta con esas dos figuras. En Las Rosas, realojamos con la Empresa Municipal de la Vivienda, a las personas en viviendas protegidas en Villaverde, incluyendo estos realojos a base de dieces por ciento en distintos bloques de pisos protegidos. Para eso, el equipo social con el que trabajábamos hizo un trabajo magnífico. Luego, te encontrabas realidades que hacían difícil la contabilización.
La urbanización está llegando al último foco cercano a Madrid de espacio agrícola como es el sureste de la región ¿Qué urbanismo se puede hacer en ese segundo anillo metropolitano? ¿La ciudad difusa?
Voy a citar una teoría que está ahí, que sobrevuela y que en Cataluña tuvieron muy clara, que es el área metropolitana. Es decir, el área metropolitana de Madrid, que no existe como tal, tiene que existir. No puede haber diferencia entre vivir en las últimas casas de Rivas o en las primeras de Madrid, eso se solucionó bastante bien en el área metropolitana de Barcelona, pues aquí no sé con qué fórmula legal alguna vez va a ocurrir. Es decir, claro, hay una pérdida de autonomía local, hay resistencias, pero tiene que ocurrir. Pero, el alcalde de Sabadell no deja de ser el alcalde de Sabadell, y los beneficios del área metropolitana en temas como recogida de residuos, transporte, etcétera, se ven. El Consorcio Regional de Transportes de Madrid no deja de funcionar como si existiera un área metropolitana, sin que exista. Eso se va a solucionar necesariamente en todo el anillo metropolitano de Madrid. No hay diferencias tan grandes entre Alcobendas y Sanchinarro. No puede haber barreras ahí, sino que tiene que fluir de manera natural.
¿Y a partir de Arganda del Rey en adelante, en el que hay un urbanismo más híbrido entre el campo y la ciudad?
En ese caso, quizás soy un poco radical, lo que es protegible desde el punto de vista medioambiental, hay que protegerlo, hay que además ser ultras en eso. Y lo que no hay que permitir que se desarrolle, que se desarrolle con tranquilidad. Es decir, un campo de trigo en Arganda y que tiene además Metro ahí al lado, a mí que me perdonen los agricultores, que tienen que seguir existiendo, pero a lo mejor no ahí. Porque a lo mejor la necesidad de que ahí se desarrolle un ámbito de ciudad es muy superior al campo de trigo. Si hay una arboleda especial, por ejemplo, ahí no toca nadie. Todo el mundo pone la barrera mental. Yo creo que hay que ser muy natural, no pensar que se es ultra de algo porque defiendes lo que tiene valor medioambiental y lo que no, no. Y, luego, hay que ser mucho más rápido. El tío del tractor de Arganda está deseando vender su tierra para hacer viviendas. Si tarda mucho la urbanización, se muere y hasta sus nietos no ven la transformación y eso es un horror. Eso es lo que está pasando ahora con los pequeños propietarios. Muchos de los desarrolladores del sureste son ya los hijos de los antiguos propietarios que tomaron la decisión, de los que pensaron en su día que se iba a desarrollar.
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