Jorge Nacarino es el presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM). Atendió a Nuevo Sureste para analizar la creación de los nuevos desarrollos del sureste desde el punto de vista del tejido asociativo.
Se está comenzando o se está volviendo a hablar de Madrid como metrópolis, desde la política, desde el mundo empresarial y desde la sociedad civil.
Sí, pero con matices. La diferencia no es tanto cuál es el límite del anillo metropolitano, que seguramente abarca hasta una segunda capa de municipios como podría ser Arganda del Rey, en el eje de la A-3. El debate está en el modelo de desarrollo en que se basa esa estrategia metropolitana. Parece que la idea del Gobierno regional es un Madrid DF como gran motor económico del conjunto del país, con una gran región metropolitana de siete millones de habitantes, con un gran crecimiento expansivo, liberado y conectivo hasta esa segunda corona. El objetivo perverso podríamos pensar que es que determinados grupos sociales que hoy están ocupando esa primera periferia que puede estar más allá del entorno M-30 deben desplazarse a otros lugares y otras poblaciones con otros niveles económicos sean las que habiten la ciudad con un modelo que algunos están soñando.

Esa es la ciudad escaparate.
Eso es. Una ciudad escaparate en el centro, una expansión de la ciudad hacia los extremos y unos trabajadores que dan cobertura a los servicios de la ciudad que tienen que vivir a 50 kilómetros y desplazarse hasta allí. Un modelo como el gran Londres. Ese modelo se basa en dos modelos de desarrollo capitalista, por así decirlo, de atracción de capitales. Uno evidentemente son capitales especulativos como los fondos de inversión o los fondos buitre, como queramos llamarlo, y luego, por otro lado, lo que se podría llamar una especie de capitalismo extractivo que es ese modelo de empresas que están tan vinculadas a la privatización de servicios públicos como tenemos en Madrid, las empresas de Sanidad o determinada prestación de servicios. Hay un modelo que parece ser que lo que quiere es apostar por ese modelo de desarrollo económico basado en esos dos en esos dos focos. El problema está en que en este modelo que parece que se puede implantar, las personas aparecen simplemente como un dato más dentro de un programa de cálculo de rentabilidades. Las personas somos un simple actor más dentro de ese modelo.

¿Y qué proponen ustedes?
Lo que nosotros planteamos es establecer un modelo de desarrollo distinto para esa región metropolitana pero basado en la cooperación entre las diferentes administraciones para intentar entre todos trabajar evidentemente por el desarrollo de esa región metropolitana pero centrada también la necesidad de la gente. Nosotros lo que queremos es que las personas no sean un actor más, sino todo lo contrario, sino que sean los protagonistas de ese modo de desarrollo y que, evidentemente, tiene que darse ese debate sobre esa necesidad metropolitana porque Madrid tiene que cooperar. Tenemos que acabar con ese modelo en que muchos municipios han crecido y han establecido sus planes de desarrollo tanto a nivel urbanístico, residencial, industrial y comercial, casi casi de espaldas al municipio al lado, sin una parte de cooperación. No hay planes, por ejemplo, de promoción del empleo entre municipios vecinos, lo que provoca situaciones sin sentido. En materia de movilidad, aunque tengamos un consorcio regional de transporte, tampoco hay una política en ese sentido perfectamente equilibrada que aborde muchos problemas de movilidad radiales que tenemos en la región. No hablemos de servicios sociales. A la gente que tiene mayor necesidad de atención en materia de servicios sociales le da igual los límites del municipio vecino, siempre que le solventen el problema. Ese tipo de necesidad de establecer unas políticas de cooperación sí que creemos que existe, tendría que estar encima de la mesa. En Madrid, no hemos tenido una estrategia metropolitana impulsada desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid desde el año 1995, la época en la que Eduardo Mangada estaba como consejero de Ordenación del Territorio.

30 años.
Ha llovido bastante desde entonces. Hemos visto cómo la ciudad de Madrid ha tenido un crecimiento expansivo que ha llegado a sus límites. La reserva de suelo de la capital está completamente agotada y ha crecido de espaldas al resto de municipios, incluso a veces colocando aquellos elementos más perjudiciales de la propia ciudad de cara a esos otros municipios. Por ejemplo, Valdemingómez en Vallecas o Mad Cool en Villaverde. Ni siquiera se tienen en cuenta las cuestiones metropolitanas a la hora de diseñar y proyectar la toma de este tipo de decisiones.
Otros modelos metropolitanos muy liberalizados, que son los estadounidenses, apuestan por un planteamiento contrario al que dice que lleva Londres. Un centro de ciudad muy deprimido y un anillo metropolitano con un nivel económico mucho más elevado.
Eso se produce más en el norte de la ciudad. Existe una barrera evidente entre el norte y el sur el este y el oeste. La diagonal de Madrid es meridianamente clara. También ocurre a nivel regional, cuando están llevando industria audiovisual, militar y de alta tecnología a municipios como Tres Cantos; y las plantas logísticas y la industria de mala calidad se llevan más al sur. Creo que el modelo al que vamos es un centro de la ciudad muy terciarizado, apostando por el turismo, y con un desarrollo hacia el norte donde dirigimos todo el tejido empresarial y económico de alto nivel y un sur donde colocamos lo que no nos gusta tanto como un trastero.

En el eje de la A-3 hay dos infraestructuras estratégicas que son Valdemingómez y el eje logístico. La carretera de Valencia va a convertirse en el eje logístico de la región ¿Permite modernizar el sureste o consolida la diagonal de la desigualdad?
Depende con qué se acompañe. Si apostamos por construir meras instalaciones y creamos una industria de baja calidad, entonces, sí se consolidará. Si aprovechamos, no sólo el eje A-3, sino todas las oportunidades secundarias de la región dentro del futuro recorrido logístico y ferroviario, incluyendo al sur de la Comunidad, el sureste puede ser un acicate para la reindustrialización de Madrid.
Han participado en la sexta marcha por el cierre de la incineradora de la planta de Las Lomas ¿El problema de Valdemingómez es de fechas de cierre, de gestión de residuos o de estrategia?
De ausencia de estrategia. El problema está que tanto la Comunidad de Madrid como el Ayuntamiento de Madrid no se quieren replantear una estrategia de residuos que vaya por un modelo de residuos cero, es decir, de reducción del residuo que acabe con la necesidad de la incineración de basuras. Ese es el verdadero problema, más allá de las fechas que, evidentemente, la planta necesita para su actualización. La inversión que se está haciendo tiene que ver con la que no se ha hecho antes y el Ayuntamiento la hace sin plantearse una estrategia de residuos que le permita al día de mañana acabar con la incineración. No es un problema tanto de fechas, que hemos escuchado que puede llegar hasta los 15 años. El otro día, por ejemplo, en una reunión que teníamos con el delegado, con Borja Carabante, nos planteaba que la duración de la vida de la planta tendría que ver con el período hasta el que fuera rentable la inversión necesaria, que no tendría que ser de 15 años. Pero, independientemente de eso, no se están poniendo los medios necesarios para intentar tener un modelo de gestión de residuos distinto que nos permita ir reduciendo el volumen y acabar el día de mañana con la incineración. Nosotros, no estamos en contra de que el vertedero siga existiendo. Lo que seguimos exigiendo es el cierre de la incineración y para acabar con esa incineración de basuras lo que hace falta es un modelo distinto.

Entonces, apuestan por un Madrid con un Valdemingómez sin incineradora en el futuro, pero que siga existiendo Valdemingómez donde está.
Creemos que, evidentemente, todavía tiene que seguir allí. El vertido de residuos es inevitable. Nosotros no planteamos la eliminación de Valdemingómez, lo que planteamos es que se acabe con la incineradora.
Eso es consolidar la diagonal de la desigualdad.
No, no tiene por qué. Primero, ahora mismo los efectos más nocivos para la salud los produce la incineradora, no el vertedero en sí mismo.
Para la salud, pero no para el medio ambiente.
Evidentemente, el vertido basura no es positivo y la contaminación de los suelos está ahí, eso está claro. Pero es cierto que la incineración es la peor parte. Nosotros no planteamos que el vertedero quede en medio de la ciudad, por lo que, cuando se elimine dicha instalación, no promoveremos que la trama urbana llegue hasta allí. Por ese motivo, defendemos la necesidad de desmantelamiento de la Cañada Real, porque nadie puede vivir pegado a un vertedero. Y eso nosotros lo vamos a seguir reivindicando donde sea. También es cierto que este servicio no tiene que estar necesariamente centralizado únicamente en un punto concreto. Por eso, por ejemplo, cuando ocurrió todo el conflicto con la comunidad del Este, no queríamos centralizar todas las basuras en un solo punto. Habrá que descentralizar ese tipo de usos, habrá que focalizarlos en espacios alejados de las áreas urbanas, evidentemente, y redistribuirlos, pero siempre con esa política, es decir, que el tratamiento del hoy no nos impida trabajar en una estrategia para el mañana.

¿Desde su punto de vista no puede o no debe existir un barrio Cañada?
No, no debe existir por un criterio de salud. Es un error.
A un kilómetro se está construyendo Valdecarros, el mayor desarrollo urbanístico de Europa. Continuando con su argumentación: ¿es un error Valdecarros?
Sí. Nunca estuvimos de acuerdo con el planteamiento que han hecho actualmente los desarrollos del sureste. Creemos que es una auténtica salvajada cuando hay muchos barrios en los desarrollos anteriores, como es el Ensanche de Vallecas o el PAU de Carabanchel que son áreas sin terminar donde faltan muchos equipamientos. No puede ser que nos hayamos embarcado en proyectos de esta envergadura sin haber cerrado previamente lo anterior. Nosotros nunca hemos compartido los desarrollos del sureste y seguimos pensando lo mismo, que evidentemente es una realidad que hay que atender para que esos vecinos y vecinas sufran lo menos posible, como han sufrido en otros desarrollos urbanísticos. Esa falta de equipamientos, esa falta de movilidad… Y que puedan tener barrios lo mejor posibles dentro de ese error de planificación urbana, ese modelo de crecimiento, que, evidentemente, es un modelo de crecimiento contrario a todo lo que debería ser un planteamiento de desarrollo más ecosocial, más sostenible.

Pero esos barrios están ahí. Y estaban cuando se incluyeron en el plan general de 1997, en el que ustedes participaron. También están en la mesa del futuro plan general ¿Qué barrios pretenden que surjan allí? Es su oportunidad.
La planificación de esos barrios está hecha. Cuando estuvimos en la mesa que los aprobó no nos hicieron caso. Es cierto que, a través de la revisión del plan general, se pueden plantear intervenciones y propuestas concretas para algunas realidades de esos barrios. Creemos que deben tener una mayor densidad urbana que el modelo de los PAU. Apostamos una alta densidad para hacer el uso más sostenible y promover la mayor liberación de suelo posible. Apostamos por barrios con todos los equipamientos necesarios para las vecinas y los vecinos, y ese es un trabajo que vamos a hacer. En parte, son propuestas que ya hemos presentado y vamos a presentar dentro del documento marco del conjunto de la ciudad, en el que apostamos por barrios bien equipados, aun asumiendo que partimos de un diseño urbano que está mal planificado de origen. Nos vamos a centrar en el equipamiento. Ahora hay determinados mecanismos de la Ley a nivel estatal y regional que permiten determinados usos excepcionales que no pueden ser una excusa para recortar esos equipamientos y servicios.

Es comprensible que es uno de los principales motivos de queja por parte de los vecinos de cualquier zona. No obstante, hay barrios que llevan esperando muchísimos años para obtenerlos ¿Tienen que llegar antes los vecinos o los equipamientos? ¿Se puede acompasar su llegada, teniendo en cuenta que los recursos públicos son limitados?
Sería fundamental que, cuando se hace cualquier plan de desarrollo urbanístico, se incluyese un plan de equipamientos asociado y unas reservas presupuestarias comprometidas. Y, si la administración no tiene capacidad económica para poder acompasarlos, a lo mejor ese plan de desarrollo urbano no debería ser viable. Hay chavales en la región que, como en El Cañaveral, van a ver construido el centro educativo público al que deberían haber ido cuando hayan concluido sus estudios. Debería haber realmente herramientas para poder obligar a las administraciones a poder establecer los equipamientos. Nosotros también tenemos una reivindicación histórica que es la necesidad de que en Madrid tuviéramos una línea de barrios, es decir, al estilo de lo que fue en su momento el modelo del tripartito en Cataluña, que planteaba precisamente que la administración estuviera obligada a hacer una serie de inversiones concretas también en materia de equipamientos a partir de que se observaran determinados indicadores. Es decir, que no hiciera falta un nuevo desarrollo, sino que el simple hecho de que determinados indicadores de necesidad se activasen obligaran a la administración correspondiente a hacer la inversión pública en el lugar donde esto sucediera. Pero los nuevos planeamientos, lo ideal sería que se exigiera que igual que la Comunidad de Madrid tiene que revisar y dar su visto bueno a cualquier planeamiento, pues que si la Comunidad de Madrid, por ejemplo, en las reservas de suelo establecidas, no tiene el presupuesto suficiente para poder construir un centro de salud en ese caso, porque la población que está prevista en ese planeamiento urbano demanda ese centro de salud, pues a lo mejor ese plan no se puede aprobar. Sin embargo, la Comunidad visará y exigirá reservas de suelo, pero no obligará a la inversión del equipamiento.

Respecto a las infraestructuras, toda la zona del sureste está fundamentalmente comprometida por el transporte. Las conexiones de Coslada y El Cañaveral, la ausencia del Metro en este barrio, los atascos de salida y la falta de autobuses, la estación de la línea 9 entre Los Ahijones y Los Berrocales, la pérdida de eficacia de la Gran Vía del Sureste, el BRT con el que ustedes son críticos y la conexión de Valdecarros con Vallecas. Más de 300.000 personas más van a vivir allí con unas carreteras saturadas o en proceso de saturación ¿Qué soluciones ofrecen dentro de su modelo?
Es la situación más acuciante en los desarrollos del sureste. Hay un problema de planificación de base. Por ejemplo, el conflicto entre Coslada y El Cañaveral es muy difícil de mantener. Entiendo al vecino de El Cañaveral que busca una salida y al de Coslada que no quiere convertir su humedal en una vía rápida. Eso es lo que ocurre cuando se establece un modelo de desarrollo a espaldas de los vecinos. El Ayuntamiento de Madrid no puede pretender un desarrollo urbanístico como El Cañaveral, que va a afectar directamente a la movilidad de Coslada, y lo haga de forma unilateral. Como decía, existe una falta de planificación metropolitana donde este tipo de planteamientos se tendrían que debatir y acordar, y donde, sin acuerdos, no se podrían realizar. Ahora es muy complejo resolver la situación. Creemos que la solución debe pasar por el transporte público. Sería necesario prolongar la línea 11, replantear el tráfico de Cercanías para dar servicio a la A-3, a partir del replanteamiento del puerto seco; una potenciación del autobús aunque no sea en carriles reservados que recuerdan demasiado al Metro Ligero… El problema es que son planteamientos que no están sobre la mesa. El único que está sobre la mesa está vinculado con el transporte privado y eso va a suponer decenas de miles de vehículos más todos los días en la carretera.

El 55 por ciento de las viviendas de los desarrollos del sureste tendrá algún tipo de protección. El Ayuntamiento de Madrid está probando modelos público-privados para acelerar la producción. La Comunidad ha dinamizado el plan Vive y liberalizado más la Ley del Suelo para sacar más viviendas adelante ¿Es el sureste el congelador del precio de la vivienda de la región?
Hace falta mucha más vivienda y la solución tiene que pasar por apostar por la vivienda pública y por diferentes modelos. Apostamos clarísimamente por la vivienda pública directa que debería ser la principal apuesta evidentemente, pero eso no quita que no pueda haber otros modelos complementarios. No obstante, lo importante es que esos modelos complementarios verdaderamente persigan ese objetivo de la vivienda como bien de uso. Lo que no compartimos es determinados modelos, como ocurre por ejemplo con parte del sector cooperativo que, a día de hoy, está en manos de los promotores inmobiliarios y que abaratan de forma muy discreta los precios del mercado libre, lo que, al final, no es una solución real para la gente que realmente tiene la dificultad de acceso. Creemos que el modelo es el de una empresa municipal de vivienda. El problema de la de Madrid es de escala. La ciudad sólo tiene 9.000 viviendas dentro de su parque público y hay casi dos veces más de viviendas turísticas. Debería tener 30.000 viviendas. Además, no hay que olvidar que no toda la vivienda pública se puede concentrar en las mismas zonas. Hay que tener cuidado con determinados modelos de concentración que pueden generar problemas de estigmatización y de otra naturaleza en determinados barrios.

El tercer pilar de los desarrollos del sureste es el espacio verde. Es el ‘kilómetro cero’ del Bosque Metropolitano. Son terrenos muy accidentados y con mucha afección antrópica que no tenían otra opción ¿Qué infraestructura verde esperan para la zona?
Habrá que verlo. La realidad es que el Bosque Metropolitano fue el gran anuncio de la pasada legislatura pero las primeras intervenciones que estamos viendo dejan bastante que desear en cuanto a mantenimiento. No parece muy halagüeño. Tiene que ser una de las reivindicaciones que llevar a cabo. Tenemos muchas dudas que sea el gran pulmón verde de la ciudad.

¿Cómo articulan la ‘colonización’ del movimiento vecinal de estos nuevos barrios a nivel físico y digital?
Este tipo de modelos de desarrollo urbano evidentemente no favorecen para nada la vida comunitaria. La manzana cerrada provoca que el vecindario tenga menos conexión y que haya poca vida en el espacio público, dificultando un tejido social activo. Pero sí es cierto que entendemos que va a haber indicaciones fundamentales que van a estar ahí encima de la mesa como ocurrió en los paus, tanto en el norte como en el sur; y entendemos que el trabajo que tenemos que hacer es que en el hilo de esa necesidad de la reivindicación del equipamiento podamos generar ese mapa de vecindad reivindicativa. Hay que lanzar un mensaje a los nuevos vecinos de estos nuevos barrios que, si no se organizan, ese centro de salud, esa escuela, ese polideportivo o ese equipamiento deseado no llegan nunca o, si llegan, va a ser mucho más tarde. Deben entender que contamos con un movimiento vecinal que sirve de paraguas para trabajar de forma unida.
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